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De la cercanía interpersonal

#HOTmoods

Vivimos en esta ciudad que florece, divaga, converge, explota, emociona y muy pocas veces descansa.
Y en la lógica intención de mantener la armonía en esta metrópoli pluricultural, multicolor, de multipasados y polipresentes; se revelan exóticas vetas de la personalidad, amalgámicos estados de ánimo y actitudes extraordinarias.
La prueba de Rorschach, con sus manchas de tinta, imprecisas en forma pero arteras en su sentencia, es de las evaluaciones psicológicas más afamadas. El formato se basa en las figuras y símbolos que el individuo descubre en las sugerentes siluetas. Es decir, en las inocentes proyecciones que se expresan, uno termina por confesar sus miedos y deseos más ocultos. No hay respuestas correctas, tan solo unas más populares que otras.
Cada tarjeta conduce a un cuento. Cada cuento sugiere una fotografía.
Fotos, anécdotas, manchas de tinta, laberintos de una vecindad, alboroto en un mercado…
Para algunos son puntos de arribo y para otros, de partida con dirección a otra versión de nosotros mismos.

Me di cuenta de que estábamos perdidos porque Tania empezó a caminar demasiado cerca de mí. Un pasaje mal escogido en cualquier mercado del centro y uno acaba por meterse en la cuna de vicios aún por florecer. Justo ahí fuimos a parar este sábado por
la tarde.
El bullicio de una metrópoli tan grande como esta concede el anonimato a cualquiera. Así que los únicos que se sabían extraviados en aquella atiborrada tienda erótica éramos nosotros. Avanzamos, incómodos pero sigilosos, a través de un túnel hinchado de vibradores que terminó por imponer la plática. Primero entre risas y luego cada vez más curiosos, fuimos censurando nuestro pudor e impulsando nuestro nervio hasta que de un altar, en el que la gente depositaba sus fantasías ocultas, me robé un deseo ajeno.
De un marchito papel aprendimos el ensueño de una pasión desconocida. Salimos con prisa del tumulto y manejé en estado de delirio hasta llegar a casa. Como lo solicitaba aquella receta, subí del garaje un par de espejos y una cuerda.

Y pensar que llevábamos año y medio sin dormir en la misma cama…