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Las estrellas a 6 pasos

Un ejemplo a seguir, la personificación de la perseverancia y superación personal. Esta es solo una de las muchas frases que podrían perfectamente describir a José Hernández. Tuvimos la oportunidad de hacerle una entrevista donde, entre otras cosas, nos pasó la receta de su papá para alcanzar cualquier sueño.

¿Cómo surgió la idea de ser astronauta? ¿En qué momento pasó de ser un sueño de niño, que es normal, a algo real como “voy a ser astronauta”?

El sueño nació cuando tenía diez años. Desgraciadamente, tengo que confesar que tengo la edad para decir que recuerdo la misión Apollo, cuando mandaron al hombre a la Luna por primera vez. Durante Apollo 17, en 1972, tenía diez años. Recuerdo ver en la televisión las imágenes del astronauta Eugene Cernan, que caminaba en la Luna, y también al reportero que describía la caminata. Recuerdo escuchar “Mission Control Houston”, el astronauta estaba hablando en vivo, y luego yo salía y veía la Luna afuera –era una noche de diciembre– y después entraba y veía las imágenes del astronauta y salía nuevamente y veía la Luna. Me parecía increíble que un hombre estuviera en la superficie de la Luna, a un cuarto de millón de millas, y yo estaba viéndolo en vivo, en ese instante. Ahí es donde me enganché y dije: “quiero ser astronauta”.

Yo creo que cualquier niño de diez años en esa época quería lo mismo; pero lo que yo hice fue algo muy afortunado: compartir ese sueño con mis papás. Ellos, a pesar de ser campesinos y de haber cursado solamente hasta tercer grado de primaria, me apoyaron. Mi papá me sentó en la mesa de la cocina y me preguntó: “¿Cómo es que quieres ser astronauta?”. Creo que vio la determinación que tenía, incluso al ser un niño de diez años. Y me dijo algo que me sorprendió mucho: “Yo creo que sí puedes hacerlo, lo puedes lograr. Es más, te voy a dar una receta con cinco ingredientes, si sigues esta receta, te garantizo que llegarás a ser astronauta”. En ese instante me convertí en una esponja seca, listo para absorber todo lo que iba a decir mi papá, porque iba a darme el secreto. “Primero, hay que definir lo que quieres ser en la vida”, me dijo. Acá entre nos, pensé: “Astronauta. Una de cinco, ya casi estoy ahí”. Lo segundo que me dijo fue: “Tienes que reconocer qué tan lejos estás de esa meta”. En ese momento le respondí: “No se ofenda papá, pero estoy bastante lejos, porque soy hijo de campesinos; más lejos no puedo estar”; a lo que me contestó: “Qué bien que lo reconoces, porque el tercer paso es crear un mapa de dónde estás y adónde quieres llegar, y poner todos los escalones que tienes que subir para llegar a esa meta. En algún momento vas a tener la tentación de brincarte escalones y yo estaré aquí para decirte que no lo hagas, porque podrías llegar, pero no vas a estar lo suficientemente preparado”. El cuarto punto me dijo que ya estaba haciéndolo: correr a la escuela y tener buenas calificaciones, “porque sin el estudio no hay nada”. Para el quinto punto me explicó: “¿Sabes cuando te llevo al campo a trabajar los sábados y domingos a las cosechas de pepino, jitomate, uva, cereza? Ese esfuerzo y trabajo duro ponlo en tus libros. Siempre entrega más de lo que te piden, esa debe ser tu forma normal de operación, entregar más de lo que te pidan. Mezclas todo eso y esa es la receta”. Lo creí y me fui a acostar muy contento esa noche, porque si ellos creían que podía hacerlo, lo iba a hacer. Así fue como nació el sueño.

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Sabemos que cuando empezaste tuviste algunas negativas para entrar a la Nasa. ¿Cómo te mantuviste motivado y perseverando por algo que no tuvo la respuesta que esperabas al primer intento?

Mira, yo agregaría un sexto ingrediente a la receta de mi papá: la perseverancia, no darse por vencido. Yo lo tomaba de una forma muy casual. Pensé: “bueno, quiero ser astronauta, reconozco que para ser astronauta tengo que tener una carrera técnica”, y estudié Ingeniería. Para ser más competitivo necesitaba estudiar un posgrado, y lo estudié en Ingeniería también. Luego comencé a trabajar en un laboratorio muy prestigioso de estudios y desarrollos en el Departamento de Energía de los Estados Unidos, y ahí empecé a meter mi solicitud. Si no me seleccionaban hubiera podido tener una carrera muy exitosa como ingeniero, no era mal premio de consolación. “Entonces voy a seguir echándole ganas y no pasa nada, voy a tener una carrera ‘bien cañona’ de ingeniero y voy a esforzarme mucho para ser astronauta, eso me obliga a ser un buen ingeniero, entonces es una receta muy sana”. Eso sí, ¡duró mucho! No fue hasta la doceava vez que la NASA me aceptó, 12 años de perseverancia.

Si tuvieras que escoger a las personas que más influenciaron tu camino o que te han llevado hasta donde estás, ¿Quiénes serían?

Obviamente mis padres. Lo que siempre les digo, porque aún los tengo conmigo bien sanitos, es gracias, porque me dieron la licencia para soñar en grande. Ellos me dijeron “sí puedes” y me dieron permiso para ese sueño. He tenido maestros muy buenos desde segundo grado, en prepa y hasta en la universidad; puedo identificar a dos en cada una de esas etapas que realmente hicieron mucho por mí.

Si pudieras decirle algo o darle un consejo o recomendación a alguien que tuviera un sueño tan lejano como el tuyo se veía en un principio, ¿Cuál sería?

Seguir la receta que mi papá me dio y agregar la perseverancia; además hay que planificar todo bien. Si uno pone su mente y corazón y lo hace con todas las ganas sin desechar el compromiso, con esa receta lo pueden lograr; y si no lo logran, les aseguro que encontrarán otras oportunidades que no se hubieran presentado si no hubieran tomado esa ruta. Eso está bien también, el “premio de consolación”.

Cuéntanos un poquito del acondicionamiento físico y mental que debes tener para un trabajo como este.

El entrenamiento físico para mí no fue tan difícil porque siempre he corrido maratones –llevo once maratones corridos–; el ejercicio me encanta, entonces la parte física no fue complicada. El gran reto fue aprender los sistemas del transbordador de la Estación Espacial Internacional. Para un ingeniero que no está relacionado con sistemas de ope- ración, como los pilotos o la fuerza aérea, es un poco más difícil. La información que nos llegaba era muchísima. Para mí eso fue lo más difícil: los exámenes de los sistemas, qué se tenía que hacer si se descomponía algo durante el vuelo, simulaciones, todo eso.

¿Qué es lo más impactante de viajar al espacio y cuál es el mayor reto o dificultad al estar ahí? Además del reto que fueron los sistemas, ¿Hay algo más?

El reto, lo más difícil, efectivamente fueron los sistemas; además cuando nombraron a la tripulación, a mí me nombraron ingeniero de vuelo que, según ellos, es el experto de los sistemas. Tuve que seguir con la presión, no nada más fue aprender, yo era el ingeniero de vuelo y tenía que saber todo.

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¿Sentiste miedo en algún momento?

No miedo, pero sí un gran sentido de responsabilidad. Eran otros seis tripulantes que dependían de mí y de que tomara las decisiones correctas en caso de que tuviéramos algún problema.

Lo más sorprendente para mí fue el despegue, la parte más dinámica del vuelo. Uno despega en la plataforma de lanzamiento –estacionario a cero km/h– y en ocho minutos y medio estás a una altura de 300 kilómetros y viajando a 25,000 km/h. ¡Aceleras de 0 a 25,000 km/h en solo ocho minutos! Eso es lo más impactante.

Hemos escuchado que hay ciertas cosas que no pueden hacerse en el espacio, que no se llora igual o que no se pueden comer ciertas cosas. ¿Qué sería lo más peculiar que no puedes hacer en el espacio?

Se puede hacer todo, se puede llorar, se puede comer todo. Yo me llevé tortillas con huevito para el desayuno en el espacio. Se puede hacer todo, nada más que uno está flotando continuamente en la cabina. No se usan los músculos de las piernas, por lo que hay un protocolo para hacer ejercicio en una bicicleta estacionaria media hora al día, para no atrofiarlos y mantenerlos fuertes.

¿Hasta ahora cuál es el mayor logro en tu carrera?

Creo que diseñar el sistema de mamografía. Fui uno de los coautores –o inventores– de un sistema de mamografía digital para la detección de cáncer en una etapa más temprana. Estoy convencido de que por esa razón, la detección más temprana, hemos salvado miles de vidas.

Tenemos curiosidad de saber: al haber estado en el espacio ya, ¿Cuál sería tu viaje ideal?

Mi viaje ideal sería poder tomar unos seis meses y viajar por toda la República Mexicana, para decir que realmente conozco nuestro país. Cada vez que me toca ir a conferencias en Chiapas, Cancún, Baja California, Michoacán o aquí mismo en México, pienso que son lugares muy bellos y siempre digo: “Voy a regresar”, porque vengo a la conferencia y con los compromisos no me queda tiempo de disfrutar. Quisiera tomar unas buenas vacaciones de seis meses, sin preocuparme de gastos, de trabajo, de nada y conocer México.

Por último, sabemos que ya no estás en la Nasa desde 2011. ¿Qué sigue para ti?


Tengo una empresa de temas aeroespaciales que da asesoría a diferentes empresas en Estados Unidos y a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en México, sobre todo de estrategia de comunicación satelital. Es lo que hago para poner comida en la mesa. De vez en cuando doy conferencias para tratar de motivar a los jóvenes. Tengo una fundación en Estados Unidos y estoy iniciando una en México con la que queremos otorgar becas a jóvenes que entren a áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Estoy convencido de que para seguir impulsando a México y que se forme un líder necesitamos invertir en recursos intelectuales, específicamente en las áreas de tecnología.