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MODA EX MACHINA

No es que tengamos que enfundarnos en un traje de astronauta o ponernos la robótica chamarra autoajustable de Marty McFly para estar a la altura de la revolución tecnológica en la moda, pero es un hecho que esta ya llegó y, quien sabe, tal vez en un futuro no muy lejano lo único que queramos usar serán precisamente esas avanzadas prendas que portan nuestros héroes favoritos de la ciencia ficción.

Smartphones, Smart Tvs¿Smart clothes? Sólo era cuestión de tiempo para que este sufijo tan del siglo XXI llegara a la esfera de las prendas que usamos cada día. Y es que conforme avanzamos en el tiempo, se convierte casi en una obsesión tener más herramientas tecnológicas que hagan más fácil nuestra existencia pero, sobre todo, que nos permitan tener sincronizada nuestra vida virtual con el mundo real. “Es que la ropa se vuelve más funcional”, como nos gusta decirlo, aunque sin darnos cuenta, ese término es prácticamente una redundancia, pues la ropa desde su origen siempre ha sido funcional (nos cubrió del frío y de las inclemencias del tiempo desde el principio de la historia), por lo que es más bien este momento en el que tiene derecho a reclamar también su lugar en la evolución. No es que la ropa se haya vuelto funcional, es simplemente que por fin se está adaptando a nuestro estilo de vida, que cambió tan drásticamente en tan poco tiempo que me sorprendería si en el próximo siglo los nuevos trajes de oficina no estuvieran equipados con un dispositivo para volar por las calles de la ciudad y así llegar más rápido a las juntas de trabajo.

Gracias a que cada día entendemos la ropa y las prendas como los ingredientes principales de la moda, ya no vemos a esta última como algo lejano, que sólo existe en el imaginario mundo de las pasarelas que los grandes y, virtualmente, inalcanzables diseñadores crean; ahora la moda es en realidad de las calles, del street style y de todos aquellos que diariamente tenemos al alcance de nuestras computadoras miles de blogs de estilo para inspirarnos y saber ¿qué vamos a usar hoy?; inclusive los mismos diseñadores somos parte de esta democratización de la moda que alimenta a diario el carácter de nuestras creaciones. Con esto en mente, es aún más natural que este proceso de tecnologización de la moda se esté dando, pues es esta mismael más puro reflejo del tiempo. Basta con ver una falda de poodle para transportarnos a la alocada década del rock & roll o inclusive un corset muy ajustado para saber que esa prenda pertenece a un tiempo donde la libertad de la mujer ni siquiera era un tema de discusión. Es obvio que la ropa que definirá nuestro tiempo estará llena de referentes con similitudes estéticas a los aparatos que diariamente usamos para comunicarnos: chamarras con controles para nuestros reproductores mp3, textiles que cambian de color según la temperatura, lentes que pueden tomar fotografías o inclusive LEDs haciendo que un vestido de cocktail, literalmente, brille.

Estos y muchos otros ejemplos son ya artículos cotidianos; y si bien muchas de estas prendas pueden ser fácilmente cataloga das como sólo gadgets, hay que tomar en cuenta que este proceso de tecnologización está dando sus primeros pasos y la delgada línea entre lo que verdaderamente será útil y lo que sólo es un experimento aún es casi invisible. Sin embargo los mismos procesos de producción que se innovan están orillando a los creadores a hacer prendas que resulten más avanzadas, prueba de que el entorno influye directamente en lo que nos ponemos.

No hace mucho, las playeras hechas de fibras sustentables como el PET reciclado, eran vistas como un novedoso souvenir, sin embargo ahora las empresas productoras de t-shirts están más preocupadas porque estas sean de textiles eco-amigables, ya no sólo por novedad, si no por necesidad. Lo mismo ha ocurrido con las prendas que usan LEDs en su configuración: las primeras los incorporaron en su sentido meramente ornamental, pues como estos habían salido recientemente al mercado, le daban un aire muy contemporáneo a la ropa que los trajera. Ahora, los foquitos LED incorporados, por ejemplo, a los trajes de ciclistas son mucho más que adornos, pueden inclusive evitar que gracias a las señales de luz, el deportista sea arrollado o pasado por alto en las concurridas calles de cualquier ciudad.

MODA EX MACHINA - moda-exmachina2 Sin ir más lejos, son los mismos diseñadores los que ya están generando ropa bajo el nuevo orden. Stella McCartney por ejemplo, trabajando con ropa deportiva en colaboración con Adidas o haciendo los trajes para el equipo olímpico de su país en los pasados juegos de Londres, considerando además que la ropa deportiva tiene estándares muy específicos, sobre todo para propiciar el mejor rendimiento y la máxima comodidad de los atletas. Ahora ya no es suficiente con que el color de los jogging pants se vea bien, si no que además debe ser de un material que mantenga fresco al deportista y le permita alcanzar su mayor flexibilidad.

En esta esfera, son cada vez más los diseñadores que se unen a la revolución tecnológica de la moda dejando inclusive atrás la máxima de “la forma sigue a la función”, pues hay tantas funciones tan diversas que dan pie a tantas otras formas que ni en nuestros pensamientos más surreales pudimos imaginar. El caso de la artista y diseñadora del MIT, Neri Oxman, que hace objetos modelados por computadora pero inspirados en las estructuras más complejas, y a la vez más funcionales de la naturaleza, es el más claro ejemplo. Hussein Chalayan, uno de los pioneros en esta revolución tecnológica de la moda, sorprendió en su colaboración con Swarovski al crear vestidos que emitían rayos láser, mismos que eran potencializados por el brillo de los cristales Swarovski que adornaban la prenda, emulando su resplandor y a la vez usándolos como herramientas dentro del concepto. La misma marca Swarovski, fue de las primeras en incursionar en la fusión de moda y tecnología al lanzar sus ya famosos USBs-joya, que si bien todavía no es muy claro hasta qué punto es necesario “vestir” un USB con cristales y metales semi-preciosos, sí logró que los fríos e impersonales dispositivos de almacenamiento se vieran mejor y más personalizados. Y la cereza del pastel: los zapatos con foquitos LED en el desfile de alta costura de Chanel para el otoño del 2011, donde Karl Lagerfeld imaginó un escenario futurista, equipando a las modelos con luces en sus altos stilettos, como para que no se perdieran en el intrincado camino del futuro que el diseñador había dispuesto para ellas y recordándonos también que si bien es cierto que en estos desfiles casi nunca los conjuntos son usables, nos permitimos ser indulgentes con la alta costura porque sabemos que al final es más bien el semillero de ideas que eventualmente las marcas de ropa ready-to-wear harán accesibles para nuestro consumo y, aceptémoslo, eso es lo que más nos emociona. Porque al final del día, la moda es eso, la promesa de una fantasía, pero una fantasía que se hace realidad en cada prenda que portamos, siendo ese el secreto de su capacidad de seducción. Por eso la revolución tecnológica de la moda que está comenzando es el súmmum de esta idea, pues las nuevas prendas están incorporando precisamente nuestra realidad, que ya en sí parece como extraída directamente de una historia de Isaac Asimov, y la están potenciando, haciendo que poco a poco vayamos cediendo más a la idea de que nuestra misma ropa podría ser por sí sola la nave que nos lleve, literalmente, directamente a las estrellas.