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Tarjeta VII

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Vivimos en esta ciudad que florece, divaga, converge, explota, emociona y muy pocas veces descansa.

Y en la lógica intención de mantener la armonía en esta metrópoli pluricultural, multicolor, de multipasados y polipresentes; se revelan exóticas vetas de la personalidad, amalgámicos estados de ánimo y actitudes extraordinarias.

La prueba de Rorschach, con sus manchas de tinta, imprecisas en forma pero arteras en su sentencia, es de las evaluaciones psicológicas más afamadas. El formato se basa en las figuras y símbolos que el individuo descubre en las sugerentes siluetas. Es decir, en las inocentes proyecciones que se expresan, se terminan por confesar los miedos y deseos más ocultos.

No hay respuestas correctas, tan solo unas más populares que otras.
Cada tarjeta conduce a un cuento. Cada cuento sugiere un fotografía.
Fotos, anécdotas, manchas de tinta, laberintos de una vecindad, alboroto en un mercado…
Para algunos son puntos de arribo y para otros, de partida con dirección a otra versión de nosotros mismos.

TARJETA VIII. DE LOS CAMBIOS DE RITMO Y LA ADAPTACIÓN.

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Le acomodan el micrófono.

—Cuando quieras Fátima. —Le digo.

—Soy Fátima Esquiliano, tengo treinta y tres años y trabajo en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez. Pues, como ya saben, no tengo piernas… bueno, muslos sí. Qué exagerada, ¿verdad? —Se ríe amplia, exhibiendo un par de dientes enmarcados en oro.

—Lo bueno es que es genético, entonces todo lo aprendí así, ¿sabes? Te pasan cosas chistosas, como cuando salgo de la regadera que mi perrito, Chocolatín, me lame y me seca, aunque yo no sienta.
Recuerda la pregunta original.

—¿Que si me adapto? Pues ya qué otra, ¿no? —las coronas metálicas se asoman otra vez— la verdad aquí me tratan rebién. Afuera, en la calle, luego no es tan fácil, pero siempre alguien te ayuda. Yo me imagino que ese es el mayor reto: aceptar la ayuda. Veo que entre todos, les sobre o les falte, ya sea lana, piernas, brazos o suerte, se ayudan. Aun así, ¿cuántos, de inicio, rechazan una manita? Si el orgullo no está ahí, digo yo. El orgullo es hacer las cosas en equipo. Igual, te podría preguntar: ¿cómo le haces? Y me vas a decir que así, nomás pues, haciéndole.