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Aventura Amazónica en Perú

Tras los pasos de Fitzcarraldo

Texto y fotos por: Patrick Monney

Enfrentarse al infierno verde de la selva amazónica parece ser un reto lleno de trabas, hormigas devoradoras, flechas cubiertas de curare, engorrosas anacondas y peligrosos caimanes. Cuando el avión de LAN aterrizó en Iquitos, yo estaba listo para la aventura, me sentía Fitzcarraldo que escuchaba ópera en medio de la selva y enfrentaba los desafíos de la naturaleza.

El calor absorbía el cuerpo como un veneno que lo hacía sudar y me encontré proyectado en un mundo surrealista. Rodeada por los ríos Nanay, Itaya y Amazonas, inmersa en el averno de la jungla, Iquitos surgía con sus calles que transpiraban por el ardor del ambiente, por las manadas de motokars que corrían por ellas con un ruido infernal y buitres que limpiaban el malecón. Me sentía absorbido por el mundo desconocido e insólito de una ciudad caótica e intrigante. Fuimos al embarcadero Bellavista Nanay, donde los pescadores venden extrañas especies de pescados y donde se comen los famosos suri: esas enormes larvas de coleóptero amazónico llamado picudo negro, servidas en brochetas. En lancha alcanzamos el pueblo Barrio Florido donde me impresionó el jardín exótico con sus caimanes, la laguna donde flotaban las inmensas hojas de Victoria regia, ese enorme nenúfar de flores blancas, y donde nadaban los paiches (Arapaima gigas), el segundo pez de agua dulce más grande del mundo que puede superar los 3 m de largo y pesar hasta 250 kg. Me emocioné al abrazar un manatí y darle el biberón en el Centro de Rescate y me acordaba que la gente creía que eran las sirenas del Amazonas.

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Situada a solo 106 m de altura y a 3,000 km del mar, la ciudad conserva un aire de antaño a pesar del ruido, y vivía en mi mente el apogeo del caucho al final del siglo XIX. La gente se volvía millonaria y construía bellas mansiones en Iquitos. La Casa Fitzcarraldo podría haber sido la casa de Carlos Fitzcarrald, quien inspiró la película de Herzog, donde ese magnate del caucho pasaba un barco por encima de una colina y quería construir una ópera en la selva. Esa casa adorna el malecón Tarapacá que domina el río Amazonas junto al ex hotel Palace que luce sus azulejos y sus balcones del pasado, cuando la casa Cohen era una elegante tienda. La Casa de Fierro, diseñada por el francés G. Eiffel, fue construida en Bélgica, exhibida en la Exposición Internacional de París en 1889, comprada por el cauchero Baca Diez, socio de Fitzcarrald, y frente a la imposibilidad de llevarla más allá del río Ucayali, la vendió a Anselmo Aguilar quien la armó en la Plaza de Armas de Iquitos. Las historias de esa gloriosa época me hacían soñar mientras descubría las antiguas mansiones, el barrio de Belén con sus casas construidas sobre pilotes, el mercado con sus productos medicinales de la selva o cenando en el restaurante flotante Al Frío y al Fuego.

Mi aventura para desafiar la selva empezaba al embarcar en el elegante barco Aqua, gozan do de un maravilloso camarote, de la excelente comida del chef Pedro Miguel Schiaffino, la compañía de los fantásticos guías y del incomparable staff.

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Tal como un rey que cabalga en sus tierras, el Aqua navega sobre las aguas tranquilas del río Amazonas o del Ucayali como si fuese el dueño de la selva. Desafía las lluvias torrenciales, la neblina y el sol implacable para convivir con los delfines rosados o grises y observar los animales. Construido en 2007, es una embarcación especial para expediciones fluviales. Su longitud es de 130 pies, su manga de 24 pies y el calado de tan solo 5 pies. Su velocidad es de 10 nudos, con 2 motores marinos Cummins 380 HP, y cuenta con 3 lanchas auxiliares de aluminio con una capacidad de 8 a 10 pasajeros cada una. Su tripulación total es de 21 personas, incluyendo el director del crucero, paramédico y 3 guías naturistas bilingües. Su capacidad es de 24 pasajeros repartidos en 12 suites. El comedor ofrece una vista panorámica sobre las riveras que desfilan durante la navegación.

El primer día, exploramos en lancha el canal Huaysi, el río negro Tahuayo y el lago Charo, observando la vida de los pescadores, los pájaros como mirlos, halcones, o canoras tropicales, los monos y perezosos. Aquí pesqué mi primera piraña con la emoción de un Tarzán de pacotilla. Posteriormente, el Aqua empezó su navegación por el río Amazonas. Desde la pasarela superior observé como desfilaba el infierno verde y los delfines grises y rosados, alcanzando las islas Yacapana donde habitan muchas iguanas. Existe la leyenda en la que se cree que los delfines se convierten en humanos para llevarse a las personas más bellas de los pueblos y no molesta a las iguanas por temor a volverse una. Esa tarde el sol inventó un soberbio arco iris mientras soñaba con las leyendas de la selva, disfrutando del espectáculo, acompañado de un pisco sour, navegando río arriba hacia el nacimiento del río Amazonas, unión de los ríos Marañón y Ucayali.

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El segundo día nos internamos en la intensa vida silvestre del protegido bosque primario donde se preservan los nidos de tortugas, y el tercer día, después deuna excursión matutina al lago Yurucuche repleto de Victorias regias, el Aqua surcó los linderos de la reserva nacional Pacara Samiria, acompañado por el escándalo de los loros de cola corta y aunado a una gran variedad de aves. Alcanzamos el nacimiento del río Amazonas, donde los dos afluentes forman una impresionante caída de agua que Fitzcarraldo quizo evitar.

Visitamos Puerto Prado para conocer sus tradiciones y comprar algunos collares hechos con escamas de pescado (pez gato acorazado), plumas y semillas. El cercano y comerciante pueblo de Nauta es el final de la única carretera de la región que une Nauta a Iquitos. El cuarto día amaneció, mientras navegábamos por el majestuoso río Ucayali, el tributario más largo del Amazonas, y tomamos la lancha para observar la laderas donde descubrimos un perezoso, unos hoatzines y oropéndolas. Caminando por la selva alcanzamos la aldea Magdalena, donde viven únicamente diez familias y sus mascotas, como monos y loros, y el lago Yanalpa para observar la Victoria regia cerca de las ceibas y de los heveas. Seguimos nuestra navegación admirando los balseros bananeros, los pescadores, los lancheros que se dirigían a los centros de comercio. Las amenazantes nubes jugueteaban con la luz del sol para ofrecernos un espectacular atardecer con rojos sombreados.

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Amanecimos con neblina que absorbía la selva y en la aldea que visitamos aquel día de escuela, los niños, felices de juntarse y aprender, nos cantaron su canción favorita. Las mujeres preparaban los pescados asados para su comida. Nos interesamos en los árboles medicinales mientras unos monos de carita blanca nos observaban, intrigados y curiosos. Zarpamos hasta la desembocadura del río Pacaya donde admiramos un baile de delfines grises y rosados, hasta que un fuerte aguacero nos paralizó. Una vez paró, navegamos en lancha por el río Pacaya hasta el lago Yanayacu, disfrutando los perezosos, loros, monos frailes, monos capuchinos y aulladores, cigüeñas y hoatzines. Después de cenar salimos para hallar un caimán negro que pudimos cargar cuidando de inmovilizar su potente mandíbula. La fina lluvia animaba la noche profunda.

En el sexto día, navegamos por el mismo Pacaya en busca de animales y nos detuvimos para pescar pirañas de cuerpo anaranjado que mordían el anzuelo con sorprendente rapidez. Después del almuerzo, dejando los delfines atrás, navegamos río abajo hacia Iquitos que alcanzamos a la mañana siguiente, excursionando en pequeños ríos. En la cena de despedida, nuestra tripulación nos sorprendió animando el ambiente con música en vivo.

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Al amanecer, visitamos la comunidad ribereña de Belén y navegamos por el río Momón para interactuar con la tribu de los boras que mantiene sus raíces y tradiciones, ofreciéndonos un baile típico y mostrándonos sus artesanías. Después de la última comida, abandonamos el Aqua con tristeza, llenos de buenos recuerdos y emociones. Dejábamos la selva, el infierno verde lleno de leyendas y fauna, donde flota el recuerdo del auge del caucho y de la banda de Fitzcarraldo.

Mi memoria de aventurero había abierto un chip para las aventuras en la jungla llena de intrigantes perezosos, monos y pájaros, de encuentros con la gente. Y si bien había cargado un caimán, tendré que regresar para observar el jaguar, el rey de la Amazonía. Estaba embrujado por el infierno verde lleno de sorpresas.

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CÓMO IR

TravelQuest

P. http://www.travelquest.com.mx/

P. http://hfluxurytravel.com/

[email protected]


DÓNDE ALOJARSE

Aqua Expeditions Cruises

P. https://www.aquaexpeditions.com/

El Dorado Plaza Hotel en Iquitos

P. http://eldoradohoteles.com/

Belmond Miraflores Park en Lima

P. http://www.belmond.com/

Novotel en Lima

P. http://www.novotel.com/es/mexico/index.shtml