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Cuando el Metropolitan Opera de Nueva York decidió abrir sus puertas para un público más allá de sus propias fronteras a través de su experiencia en alta definición, sabía que el reto más grande que enfrentaría era el de convencer a los más ortodoxos seguidores del bel canto  que ver una ópera en una pantalla grande, en alta definición y en tiempo real, no era ni con mucho comparable a ver un DVD adquirido en cualquier tienda para ponerlo en la televisión de casa, argumento que aún se escucha, aunque ya cada vez con menor fuerza, afortunadamente.

En el 2006, el Met fue la primera empresa artística en experimentar con un proveedor de contenidos alternativos. Es justamente a partir de esta experiencia –que dicho sea de paso, comenzó en los estadios transmitiendo a salas de cine los juegos de futbol americano de las temporadas regulares, e incluso algunos partidos de la Champions League– que la transmisión de contenidos digitales se ha convertido en el paradigma al que ahora nos ha llevado el nuevo uso de las tecnologías.

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A saber, son dos los aspectos que ahora nos ocupan. El primero de ellos nos conduce irremediablemente a pensar en la búsqueda y creación de nuevas unidades de negocio que permitan a los generadores de contenido contar con ingresos más allá de los de la localidad donde se llevan a cabo los eventos, mientras que el segundo, y más importante, es sin duda el que se refiere a la democratización de experiencias artísticas y la creación de nuevos públicos para un género que hasta hace una década se consideraba ya en desuso.

El gran mérito del Metropolitan Opera, al convertirse en uno de los generadores de contenidos digitales más importantes del mundo, ha sido precisamente el romper con los paradigmas tradicionales y la consecuente inamovilidad del género operístico. Con propuestas de vanguardia como Satyagraha de Philip Glass, ópera totalmente escrita e interpretada en sánscrito, hasta la transmisión de la inolvidable Aida con las monumentales escenografías de Franco Zefirelli, el Met incursionó de lleno en lo que más necesitaba: dar una sacudida fuerte a su programación, acercarse a nuevos públicos que habitualmente no frecuentaban la ópera, y gritar a los cuatro vientos que estaba dispuesto a llegar con esta nueva propuesta a los confines más recónditos de los cinco continentes.

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No se trata únicamente de subir una señal a un satélite y distribuirla: se requiere talento en la dirección de las 16 cámaras – varias de ellas robóticas– plantadas en el foro del Met y que hacen posible esta experiencia; se trata de hacer bien la iluminación y lo más importante, de mostrar que algo cambia desde dentro, a través de la selección de las óperas a transmitir, el elenco que participará y el responsable de cada una de las nuevas producciones que se presentan temporada tras temporada. Recordemos que el Met tiene 132 años de vida, y que las transmisiones sabatinas de sus óperas – que se escuchan en México  través de Opus 94, emisora del Instituto Mexicano de la Radio–,marcaron desde sus inicios un cambio radical en la forma de hacer llegar la ópera al gran público.

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Hoy día, The Met Live in HD, llega a 2 mil recintos y cines en 70 ciudades del mundo y cerca de 20 de ellas, están en México. Con el programa En Vivo desde el MET de Nueva York, el Auditorio Nacional confirma que es un centro abierto a los más diversos lenguajes culturales y artísticos, comprometidos con la generación de nuevos públicos: la primera temporada presentada en AuditorioNacional (2008-2009) fue presenciada por más de 42 mil personas. Para la presente temporada se espera que este número alcance los 90 mil espectadores en todo el país.

A partir de la alianza estratégica entre Auditorio Nacional y Cinépolis, el proyecto ha visto multiplicado el número de asistentes dispuestos a disfrutar en teatros y salas de cine el que ha sido llamado el arte más completo: la ópera, completando así el proceso de la difusión de un género cultural muy específico al poner al alcance de un público cada vez más amplio, producciones de muy alta calidad, con propuestas artísticas que desafían los límites de lo  convencional. Pocas veces el binomio tecnología/cultura había reportadoresultados tan positivos. Pero auguramos que mientras exista un público ávido de propuestas artísticas de calidad, habrá contenidos culturales que cada vez se digitalizarán con más celeridad y eficiencia para hacerlos llegar a una mayor audiencia.

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