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ENERGÍA + EXPERIENCIA: QUÍMICA PERFECTA AL EMPRENDER

Mark Zuckerberg, Larry Page, Serguéi Brin… estos son los nombres que hemos venido escuchando en los últimos años. Estos emprendedores han destacado en los headlines con la creación de sus startups, ni uno de ellos fundando su empresa por encima de los 25 años. En el ecosistema emprendedor y la industria de capital privado, existen grandes paradigmas sobre las características de los jugadores y la manera en la que han alcanzado el éxito.

Adentrándonos en estos paradigmas, es evidente que existe una inclinación hacia los jóvenes; sin embargo, con el tiempo hemos visto que existen grandes oportunidades en puerta para empezar a incluir a gente con mayor experiencia, próxima a su retiro profesional, en la apuesta hacia el éxito.

Durante mi trayectoria en una aceleradora de negocios, he analizado a más de 100 empresas en crecimiento y he identificado dos variables cruciales en los emprendedores para el éxito de sus startups: la energía y la experiencia. Observando estas dos variables a lo largo del tiempo, es indudable que cuando un emprendedor es joven, sus niveles de energía están en el punto más alto, mientras que cuentan con escasa experiencia.

Conforme va transcurriendo el tiempo, se va invirtiendo esa balanza paulatinamente y a medida que la experiencia va aumentando, la energía se va consumiendo, quedando en menores niveles. Siendo así, si pudiéramos encontrar que el punto óptimo para emprender sería a la mitad de la vida, o alrededor de los 40, esto incluso sustentado por investigaciones conducidas por la Universidad de Duke, en Estados Unidos.

Éstas también indican que, en industrias de alto crecimiento, hay el doble de emprendedores exitosos arriba de los 50 años que debajo de los 25 años.

En una encuesta realizada recientemente en Estados Unidos por la Kauffman Foundation, más de dos tercios de los millennials (generación nacida entre 1981 y 1995) mostró tener interés en empezar una empresa, mientras menos de la mitad de las personas mayores de 38 años mostró ese interés.

Entonces, si el ecosistema emprendedor siguiera siendo impulsado por ideas disruptivas y ese “arranque” inevitable de los jóvenes por empezar nuevos negocios, su mejor postura para complementar sus habilidades adquiridas en tan poco tiempo pudiese estar en asociarse con adultos con mayor experiencia. Pues, aunque estos quizá tienen menores niveles de energía, ideas menos “innovadoras” y son más adversos al riesgo, su trayectoria personal y laboral les ha dado mucha práctica, conocimiento intensivo en industrias para identificar necesidades en el mercado, contactos en diferentes ámbitos relevantes para el negocio en puerta, tienen mayores posibilidades de acceso a financiamiento e incluso pueden estar en mejor posición económica que los jóvenes para emprender.

Cuando menciono la gran oportunidad de mezclar estos dos tipos de talento en momentos tan diferentes de su trayectoria profesional, es esencial mencionar que existen diferentes esquemas para poder asociar a los jóvenes emprendedores con los adultos con mayor experiencia.

Algunas de estas formas pudieran ser a través de un consejo consultivo, donde el emprendedor joven sería el operador del negocio y los adultos con mayor experiencia fungirían como consejeros o mentores. Estos se reunirían periódicamente para guiar al emprendedor en su toma de decisiones, poner nuevas metas, analizar el reporte de resultados anteriores, y más importante que nada, generar nuevas estrategias para el crecimiento futuro del negocio.

Otra manera pudiera ser que los adultos con mayor experiencia fueran “inversionistas ángeles”, principalmente aportando capital, apoyo en la parte administrativa, y algunos conocimientos clave para la parte estratégica del negocio.

Y final e idealmente, a través de una sociedad conjunta en la cual tanto el joven como los adultos con experiencia, fueran fundadores y operadores del negocio, donde cada socio tomara el rol más conveniente para la empresa y adecuado para el momento profesional y personal de cada uno.

Incluso cuando gente con amplia experiencia en una industria o sector quiere emprender, no obstante su edad, existen grandes probabilidades de que pueda ser exitoso. Como he mencionado antes, posiblemente tenga más características que puedan jugar a su favor que en contra al empezar un negocio.

Un gran ejemplo que demuestra esto mismo, incluso en el sector de la tecnología, es David Duffield, quien a sus 65 años fundó Workday, compañía dedicada al desarrollo de software basado en la “nube” (tecnología que permite el almacenamiento de datos de manera remota) especializado en gestión financiera y de capital humano. Su extenso conocimiento en la industria le permitió identificar oportunidades para crear y desarrollar su empresa, logrando apalancar su red de contactos para impulsar el crecimiento del negocio.

En 2012, la empresa hizo una oferta pública de venta (IPO por sus siglas en inglés) en la Bolsa de Nueva York, fue valuada en $9.5 billones de dólares y logró recabar $637 millones de dólares, más que cualquier otra empresa en el sector de tecnología en Estados Unidos desde el IPO de Facebook de $16 billones. Otros ejemplos muy claros del éxito que se puede alcanzar sin imponerse la edad como barrera son: Ray Croc, que a sus 52 años fundó McDonald’s; John Pemberton que inventó Coca-Cola a los 55 años y Harland Sanders que empezó Kentucky Fried Chicken a los 65 años.

Desde una perspectiva gubernamental, considero que entidades como el INADEM (Instituto Nacional del Emprendedor) a través de sus programas que incentivan la generación de empresas para el impulso de la economía, deberían enfocar esfuerzos hacia posibles emprendimientos en industrias tradicionales. Es allí donde, al mezclar los dos talentos, de jóvenes y de adultos con mayor experiencia, se pudieran generar cambios disruptivos en sectores en los que hoy predomina la inflexibilidad en procesos, la falta de innovación, y grandes ineficiencias estructurales. Estas trabas pudiesen eventualmente transformarse en soluciones a través de emprendimientos innovadores, impulsando mayor productividad y generando más y mejores empleos. Algunos ejemplos de estas industrias tradicionales pudieran ser desde el transporte y la manufactura, hasta la agricultura.

Para fomentar el éxito de las empresas nacientes, lo que se requiere es un entendimiento exhaustivo de cómo, cuándo y porqué diferentes jugadores en el ecosistema emprendedor interactúan entre ellos y cómo va evolucionando cada parte a lo largo del tiempo.

Sería utópico sugerir que la simple asociación de los emprendedores jóvenes con los adultos con mayor experiencia es garantía para generar negocios exitosos. También es evidente que no existe una fórmula secreta que asegure el éxito al emprender. De lo que sí no cabe duda, es que existen grandes oportunidades al combinar los talentos de diferentes generaciones para apalancar el conocimiento, la práctica, el capital, el tiempo y los contactos de los adultos con mayor experiencia, con las ideas frescas, la energía y la poca aversión al riesgo que tienen los jóvenes al empezar para llegar a ese balance óptimo y extraer lo mejor de ambos mundos.