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Entrevista con Santiago Carbonell

¿Qué te impulsó a seguir el camino del arte?
Creo que no hay ningún artista que te pueda contestar bien esa pregunta, porque ser artista no es una decisión. La decisión es tener un oficio, que puede ser la pintura o el canto o lo que sea, pero el artista es el que trasciende el oficio. No te puedo decir que sea yo un artista porque no se si trascendí el oficio. Me considero un pintor y lo decidí casi sin querer pues era lo único que sabía hacer y en lo único que me iba bien. En todo lo demás era un desastre.

¿Qué es lo que te impulsa retratar a una persona en específico?
En realidad no me vinculo en el retrato. Un retrato se tiene que plantear como la copia fiel de lo que tienes delante y yo no hago copias fieles. Tengo conocidos, amigos, viajo y conozco gente, o tengo una idea fundamental que es con la que quiero seguir adelante.

¿Cómo ha afectado tu obra vivir en Querétaro?
En realidad yo soy como un buque de estanco, pues trato de aislarme de las influencias. Siempre he pensado que es muy fácil que se te peguen los vicios y no las virtudes: las cosas malas son como la tiña raposa que se te pega. La virtud parece ser intocable e intrasmisible. No te podría decir si Querétaro me cambió o no, pero la realidad mexicana sin duda. Sin embargo, no es una cosa que me preocupe saber por qué, ni creo que sea importante. No me lo tomo ni muy en serio ni muy trascendentalmente, esas son cosas que los críticos tienen que decir por mi.

¿Cómo afectan tus viajes la creación de tu obra?
Bueno, los viajes son lo que más me gusta en la vida. Sobre todo aislarme en lugares de viaje, estar en contento, cerca de la gente. Lo que más me gusta de los viajes no es ver las pirámides, me gusta verme a mí en las pirámides. Me gusta verme a mí en el espejo en un sitio diferente, saber como ese paisaje te toca, te llega. Hay que vincularse con la gente, con diversas culturas.

De todos los lugares que has visitado ¿cuál nos recomendarías?
La mejor cosa que tiene que tener un viajante es un buen hogar donde descansar después, ya que esas experiencias suelen ser muy cansadas y agotadoras. La ruta del caminante es polvorienta, arriesgada. Un lugar que te recomiende es un lugar donde te sientas cómodo y donde tus pies dejen huella. Pero bueno, podría decir que el desierto del Sahara es un destino de los que más me han inspirado.

Platícanos un poco sobre tu experiencia creando el mural de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Ya no me acuerdo. Ya pasaron tres años. Todas las cosas se pierden en el devenir, en la niebla del tiempo. Lo que sí te puedo decir es que me dio mucho miedo el principio, que sufrí, que lo terminé y me quedé contento cuando lo firmé. Pero hoy lo haría mucho mejor.

¿Cómo crees que la inauguración de esta fundación va a impactar en tu carrera profesional?
Principalmente me va a impactar un poco en el sentido de que tendré que tener un poco más de vida social, yo soy un poco monjil, encerrado y madrugador. Pero es parte del oficio. Para mí, la fundación va a ser muy grande ya que voy a poder ayudar. He dado mucho tiempo clases de pintura, dibujo y producción, pero ayudar un poco más a profesionalizar artistas es una gran pasión.

¿Cómo esperas que tu participación en la fundación afecte el mundo creativo de México?
Lo ideal es que no afecte, si no que el mundo de las ideas entre en libertad, en democracia, en participación y que todos seamos cómplices en la tarea cultural del país. No que lo hagan los artistas famosos, no, que lo hagan todos; desde la gente más sencilla hasta el intelectual más picudo, hasta el político. Este país necesita mucha cultura y lastimosamente los proyectos tratan mucho de puentes, canales, aeropuertos y petróleo, nadie habla de la educación, de la cultura, de la identidad, de cómo cada día nos agringamos más.