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JERUSALÉN

Cuando escuchas este nombre ¿que viene a tu mente? Seguramente la Ciudad Santa. Y cómo no va a ser así, si es ahí donde se encuentran la Cúpula de la Roca, santuario islámico; el Muro de los Lamentos, sagrado para el judaísmo y el Santo Sepulcro, para los cristianos.

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Foto: Mariana Manina

Para mejor comprensión, observa el mapa que muestra cómo la Ciudad Vieja de Jerusalén, fundada el año 1004 a. C. por el rey David, está dividida en cuatro barrios: musulmán, cristiano, armenio y judío. Al mirar el mapa, observamos también que se encuentra rodeada por murallas, construidas entre 1535 y 1538, cuando formaba parte del Imperio Otomano. Tiene ocho puertas de entrada, todas abiertas en la actualidad con excepción de la Puerta de Oro. Cuando visites el Monte de los Olivos, disfrutarás de una espectacular vista.

Una vez ubicados, comencemos nuestro recorrido por la Vía Dolorosa, que cruza el barrio musulmán desde la Puerta de los Leones hasta la iglesia del Santo Sepulcro y que es parte de la ruta que siguió Cristo, cargando la Cruz, hacia su crucifixión. Podrás ver nueve de las 15 estaciones del Viacrucis; las otras seis, se encuentran dentro de la propia iglesia.

En el camino te encontrarás con la iglesia de Santa Ana, del año 1030, erigida sobre la casa en la que posiblemente nació la Virgen María.

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Foto: Mariana Manina

El siguiente lugar a visitar puede ser la Cúpula de la Roca, que además de ser una joya arquitectónica reconocida mundialmente, es un lugar de adoración para los musulmanes, ya que la roca que se encuentra en la parte interior marca para ellos el punto donde Mahoma ascendió al cielo.

Si quieres seguir recorriendo la Ciudad Vieja, puedes caminar hacia la puerta de Jafa. Allí se alza la Torre de David, la antigua ciudadela, y por las noches hay un espectáculo de luz y sonido proyectado sobre las murallas, que es definitivamente un must.

Cerca encontrarás el mercado más famoso: el Shuk Árabe, lleno de infinidad de locales con artesanías que puedes llevar de regreso a casa como recuerdo del viaje. Al transitar por esta calle típica, el olor a comida árabe captará tus sentidos, así que no dejes de probarla en alguno de los muchos sitios que encontrarás a tu paso.

Un poco alejado del mercado, y algo que no te puedes perder, es el Museo y Memorial de Yad Vashem, fundado con el fin de recordar a las seis millones de víctimas judías asesinadas en el Holocausto. Su impresionante arquitectura asemeja un prisma triangular que atraviesa la montaña de un lado a otro. La estructura de concreto se hace más angosta hacia el centro, lo que da la ilusión de estar bajando a lo profundo de la montaña. A medida que nos acercamos a la salida, el piso comienza a ascender y el triángulo se abre de nuevo, proporcionandonos una hermosa vista de Jerusalén.

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Foto: Mariana Manina

Para terminar este primer día, puedes caminar por la muy popular calle peatonal Ben Yehuda, donde encontrarás los mejores falafel y shawarmas en un lugar llamado Moshiko, así como cafeterías, locales para comprar recuerdos de viaje, escuchar a los músicos callejeros, y también es una zona con mucha vida nocturna.

Al terminar este agotador día, habrá que descansar y madrugar para ver cómo despierta la ciudad, que es un momento muy especial.

Para comenzar otra nueva jornada con entusiasmo, recomiendo ir al mercado Mahane Yehuda y desayunar el típico shakshuka (huevos con salsa de tomate y especias). Después de recorrerlo, puedes dirigirte a la puerta de Jafa para comprar el boleto de acceso a los pasillos sobre la muralla. Es una manera fácil de poder observar toda la ciudad desde lo alto y lo que acontece en ella, si no te molesta caminar a pleno sol. Para la hora del almuerzo, seguro te cruzarás con varios sitios de comida típica. No dejes de probar la pita y el humus.

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Foto: Mariana Manina

Si tu estancia en Jerusalén incluye un viernes, te tocará el comienzo de la celebración del Shabbat en el barrio judío, por lo cual al atardecer será el momento indicado para conocer el Muro de los Lamentos (kotel, en hebreo), el sitio más sagrado para los judíos, porque es el único trozo que quedó de la muralla que rodeaba el Templo de Jerusalén, el primero de esta religión hace 2,000 años, edificado por el Rey Salomón. Notarás en su parte inferior, cómo las piedras de su construcción están perfectamente ensambladas y entre ellas, algunos trozos de papel con oraciones o plegarias.

En la explanada hay sillas para quienes van a pasar largas horas orando y, como es costumbre, una sección se reserva para los hombres y otra para las mujeres, quienes además, al retirarse, deben hacerlo sin dar la espalda al Muro. Cabe mencionar que desde el comienzo del Shabat, se suspende el transporte público en la Ciudad Vieja, por lo que encontrarás casi todos los comercios cerrados.

Te recomiendo cenar en Bar Focaccia. Ofrecen las populares focaccias (un pan plano con hierbas encima) con diferentes ingredientes como: pesto, el famosísimo y típico tahini, queso libanés, entre otros ingredientes más. Por cierto, si ves un lugar que dice “Bar”, no es un bar como lo conocemos. Encontrarás ahí un restaurante dentro de una casa familiar, con patio, jardines y un horno.

La primera visita del día siguiente, podrá ser a los Túneles del Muro de los Lamentos. Es importante hacer reservación y hay que considerar que los sábados no hay recorrido. Parece imposible que bajo el imponente Muro se encuentren túneles que originalmente fueron arcos construidos como base estructural de las escaleras que conducían al Monte del Templo y que, aún hoy, sirven de soporte a las calles. Estos túneles y pasadizos se extienden por debajo del barrio musulmán.

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Foto: Mariana Manina

Una corta caminata hacia el este y llegarás a la Basílica de Getsemaní, también conocida como Basílica de las Naciones, en recuerdo de los países que contribuyeron a la realización de la actual Basílica, construida sobre la antigua teodosiana. Ahí aparecen las banderas de Argentina, Brasil, Chile y México, Italia, Francia, España e Inglaterra, Bélgica, Canadá, Alemania y Estados Unidos. Observa la fachada antes de entrar, verás un mosaico estilo neobizantino, como los que descubrirás en las bóvedas interiores.

A un costado de la Basílica, podrás recorrer el Huerto de los Olivos, al cuidado de padres franciscanos desde 1681, quienes permiten a los visitantes caminar alrededor de los olivos. Desde ahí tendrás la espectacular vista de la ciudad que mencionamos al inicio.

Y, como seguramente durante tu recorrido empezarás a sentir hambre, puedes dirigirte hacia uno de los 10 mejores restaurantes en Jerusalén, en donde muchos de los grandes chefs se han capacitado, y cuyo menú cambia diariamente de acuerdo a lo que los mercados ofrecen ese día: el restaurante Machneyuda. Polenta y kebabs con tahini-gurt, helados de crema batida y dátiles, son de las especialidades más solicitadas.

Definitivamente, Jerusalén es un lugar al que ojalá todos pudieran ir una vez en su vida y palpar la convivencia existente entre las diferentes religiones y culturas. ¡Shalom!

Texto y Fotos: Mariana Manina