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La bandera de México, el legado de nuestras supersticiones

“Bandera de México, legado de nuestros héroes, símbolo de libertad de nuestros paisas y hermanos, te prometemos ser siempre eles a los principios de libertad y de justicia que hagan de nuestra Patria una nación sin muros para no dejar que nos ofendan…”.

Carlos Manuel vive en Ciudad Acuña, en el estado de Coahuila. Allí mira todos los días la frontera que su ciudad hace con Del Río, Texas. Su casa está llena de santos pintados del color de la Bandera mexicana, sobre todo de San Jorge que, según dice, abre los caminos y aleja a personas que puedan estarlos cerrando o haciendo daño; a los pies de estas figuras hay recortes de periódico del presidente estadounidense Donald Trump con titulares extraídos de su discurso de construir un muro en la frontera con México. Charly Manny, como le dicen sus “compas”, va todos los días a la línea fronteriza, con su santo abanderado para vigilar que el muro no se construya y rezar porque los simpatizantes de Trump abandonen sus controvertidos deseos.

“La promesa del güero está bien loca, lo peor es que sus seguidores la soportan sin saber que un muro y la inseguridad que viene con él, afecta la vida de las familias que están de un lado y del otro. No se dan cuenta de que llegaron al colmo: quieren repeler a los inmigrantes, pero no pagar por la muralla”.

El ciudadano acuñense ha puesto una vitrina con figuritas de trapo y madera de Trump, una especie de títeres que están cabeza abajo. Encima de ellos, está San Jorge envuelto con una Bandera mexicana tejida junto a la de las barras y las estrellas. En una esquina tiene a una Virgen de Guadalupe como si fuese una guía guardiana que le está aconsejando algo al oído. Charly va cada mañana a correr a un costado del arroyo Las Vacas, que, dicho sea de paso, desemboca en el río Bravo. Es allí donde hace sus propios honores a la Bandera, pidiendo que su mensaje llegue a un copete pintado de rubio.

En el municipio de Zongolica, en Veracruz, están preparando una fiesta peculiar con frutas, juegos pirotécnicos y una inmensa cantidad de comida, desde popotacas, que son suculentas larvas asadas al carbón y con alto contenido proteico, hasta plátano con frijol, quelites y atole de conextle; comida típica de la sierra. La fiesta no es para celebrar al pueblo ni a la virgen o a algún santo patrono local, es para Doña Julia que está por cumplir los cien años. Se le considera como la consejera del pueblo, “persona de juicio”, como se la conoce dentro de la comunidad. Una de las preguntas más frecuentes que le hacen a Julia, es cómo se ha conseervado tantos años con la salud y la mente impecables.

“EN ESA BANDERA ESTÁN MIS ABUE- LOS, MIS PADRES Y TODOS MIS HIJOS”

“Ahora sí me canso cuando me salgo a caminar, mis piernas ya las siento algo débiles, pero me gusta andar de aquí pa’llá en todos los rincones de mi casa”.

Julia no lleva bastón y se ve tan pequeña y frágil cuando camina, que a muchos les genera angustia y ansiedad. Les sorprende que no se caiga. Para ella es algo común y sin ningún tipo de miedo o preocupación alguna. Cada tarde la visita gente que ella ha visto nacer: niños, abuelos y a todos les cuenta la misma historia: su secreto de longevidad.

“Ese es”, dice Julia, señalando una Bandera tricolor. “En esa bandera están mis abuelos, mis padres y todos mis hijos” que, por cierto, son 14 en total, 5 hijas y 9 hijos.

La bandera que señala es ver- de, blanco y rojo, con un escudo en el centro que no es un águila devorando una serpiente, sino un arco atravesado por una especie de machete o espada, y al fondo un carcaj o estuche de flechas. Se trata pues de la Bandera Siera, utilizada durante la Guerra de Independencia de México por insurgentes indígenas que ay daron al general Nicolás Bravo en la lucha. Una bandera que incluso apareció antes que la del mítico Ejército Trigarante al mando de Agustín de Iturbide. Julia dice que esa bandera ha sido herencia de sus abuelos y que los ha protegido en los momentos más crudos del país. Desde la Independencia, hasta la “guerra contra el narcotráfico”, pasando por la Revolución.

“Al nacimiento de mis 14 hijos, pedí que me la llevaran al hospital. ‘La Sierita’ –como le dice a la bandera– ha alejado de la muerte a mi familia, porque hemos tenido experiencias que tenemos la dicha de contar, y como sabrás, a mí me sigue ayudando a que la flaca no me cruce la pata”.

La bandera de Doña Julia es incluso usada en ocasiones para recorrer el pueblo para invocar protección y salud, al tiempo que se va recordando a los héroes indígenas de aquellas luchas que dieron vida a la comunidad.

De la sierra central de Veracruz, pasamos a la zona balcánica. Croacia es una fiesta a partir de la entrada del verano y sucedió algo extraordinario. Su selección nacional de futbol logró el subcampeonato mundial en Rusia. Entre las inmensas celebraciones y el mar de gente que sostiene un autobús con los héroes de la justa deportiva. Hay una Bandera mexicana atada en el cuello de Alberto, un mexicano que por azares del destino lleva ocho años viviendo en Zagreb, la capital croata. Después de gritarle “¡Eres un chingón!”, al jugador que ganó el Balón de Oro del Mundial de futbol, Luka Modric, hay tiempo para que me cuente una anécdota.

“Cuando recién llegué a la ciudad, salí con unos amigos a festejar el 15 de Septiembre, ya sabes, la Independencia de México. Llevaba la Bandera como ahora, sobre la espalda. Estábamos en un bar a las orillas del río y de pronto siento que alguien me la arrebata”.

Cuando Alberto volteó el rostro, miró que el “roba-bandera” era un punk que iba con su grupo pro-nazi. “En realidad aquí son un pueblo muy abierto y civiliza- do, pero por allí todavía encuentras a uno que otro grupito que cree en la supremacía aria”.
A Alberto, le sacudió cierto nacionalismo por dentro, así que intentó recuperarla de las manos de aquel tipo. “Empezamos a forcejear, como si fuéramos niños peleando por el mejor juguete, pero además, sí me dio algo tipo Juan Escutia, cierto orgullo por algo que nos identifica como mexicanos”.

El chico rapado insultó a Alberto, después se vio rodeado de todo el grupo extremista y apareció su líder. “Yo dije: ¡ya valí madres!”

Los amigos croatas de Beto in- tentaron explicar a los nenazis que él era un visitante de México, persona buena que solo quería conocer su bello país.

El líder lo miró con el repudio con el que Ching Li miraba a Frank en la pelea de culto protagonizada por Jean Claude Van Damme, en el filme Contacto sangriento. Después le preguntó: “¿Entonces, dices que eres mexicano?”.

Cuando Alberto asintió, aquel enorme croata, vestido de mezclilla con un short oscuro y tatuado en ambas piernas, agregó con acento curioso: “Hu-go… Sánchez”. El mexicano sonrió, pero sus ojos se mantuvieron secos, sin parpadear. Después, aquel punk, llamó al roba-banderas, le gritó en la cara y le dio un cachetadón que ni en las tele- novelas se ha visto. “¡Devuélvele su bandera pendejo!” (¡¡Vrati mu zastavu šupcino!), le dijo.

“Yo estaba a punto de hacerme pipí, pero cuando vi que el tipo me defendió, no sabía qué pensar, y me dijo: “Hugo Sánchez es mi ídolo”. Yo no lo podía creer, me quedé inmóvil; al final terminamos bebiendo tequila y brin- dando por la Independencia. Fue algo demasiado loco”.

Alberto ya no da paso sin huarache, ni sin su Bandera.

Ilustración por: Victor Solis
Sujeto sensible al cambio climático, cartonista profesional desde los 15 años, egresado de la Nacional de Artes Plásticas, padre de Julián, autor de Verde Monero y Centígrados y Paralelos, con participación en decenas de medios impresos y con varios proyectos editoriales, artísticos y humorísticos en incubación.

Texto por: Luis Alberto González Arenas
Es curioso genéticamente, viajero, bohemio y obsesivo. Trata, cada vez más, de vivir en la República del Momento Presente. Es fundador de RIP, agencia de periodismo, relaciones públicas y exploración cultural. Ha trabajado como editor y escritor en publicaciones de arte y música; en Real Madrid TV y hasta de promotor cultural en la India. Vive para crear y crea para vivir. Detesta la injusticia, de ende la nobleza y hurga en sí mismo todos los días para evolucionar su sentido común. Es idealista, pero toma varios chochos de realidad todos los días; está orgulloso de ser mexicano, pero decepcionado del conformismo en algunos de sus paisanos ante decisiones clave. Le apasiona la política, la música y el futbol, cree en el amor de condominio (hay pa’ todos). Gusta de correr, cree en las coincidencias, toca la guitarra y lee. La persona que más le desespera en la vida es él mismo. Su palabra favorita es “gracias” y gusta de pensar que a esta vida se viene a vivir, no a sobrevivir.