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DETRÁS DE LAS NOTAS DE LE LABO

Su pasión por viajar lo ha llevado a vivir en Boston, Los Ángeles y Holanda. Durante su búsqueda de identidad encontró en la actuación una libertad creativa que le ha permitido interpretar diferentes personajes durante su carrera. Apasionado por la comedia, el drama, la danza y todo lo relacionado con lo estético, desde chico le pedía a sus papás que le colgaran una sábana semejando un telón. El resto es historia.

Uno de sus highlights neoyorkinos es el talento detrás de la magia de Sleep No More, que no hubiera sido posible sin Jaron Caldwell, Konrad Brattke, Liann Kaye, Taylor Stanton, Mijal Weissberger y Natalie Roterman. Conectado con el universo, las buenas vibras y sin dejar de luchar por alcanzar sus sueños, Miguel Ángel está antes que nada agradecido por todo lo vivido y emocionado por lo que aún falta por vivir.

Un perfume es como una partitura musical, donde las notas progresivas son capaces de comunicarse sin necesidad de palabras.

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Desde hace varios años me he considerado un explorador constante en el mundo de las fragancias. Mi búsqueda incansable por encontrar perfumes que combinen la individualidad y la exclusividad sin comprometer la calidad ha detonado mi interés por conocer a Fabrice Penot, uno de los genios detrás de las notas de Le Labo. Por esta razón me encuentro de regreso en Nueva York, ciudad que me ha llenado de experiencias y relaciones que, sin duda, han marcado mi vida de una u otra forma.

A las diez de la mañana y con un espresso macchiato en mano, me dirigí a la zona de Nolita. Un vecindario donde las tiendas, restaurantes y cafés invitan al más ávido de conocimiento a disfrutar de estos lugares que hacen digna de atención a esta zona. Es aquí, en el número 233 de la calle Elizabeth, donde se encuentra la primera tienda Le Labo, fundada en el año 2006. Su fachada refleja una simpleza aparente; sin embargo, sus fragancias nos cuentan un sinfín de historias que han encontrado un lugar muy especial en el corazón y hogar de muchas personas.

Unos minutos después de las diez y media de la mañana llegó Fabrice Penot, con un café que disfrutó durante toda la entrevista como buen parisino. Después de cruzar tan solo un par de palabras, Fabrice revirtió por un momento los papeles de la situación y me dijo que le interesaría entrevistarme primero. “Si voy a abrirme contigo, me gustaría que te abrieras conmigo, ya que así podré conocerte un poco más. Esto creará una mejor dinámica entre nosotros…”. Y así, después de una situación inesperada pero agradecida, comenzamos una plática llena de honestidad, humor y complicidad.

La idea de crear Le Labo nació de la relación entre dos amigos que se conocieron años atrás mientras trabajaban creando fragancias para el maestro (como lo describe Fabrice) Giorgio Armani. Poco tiempo después, Edouard Roschi y Fabrice Penot decidieron reinventar la manera de contar historias por medio del arte de la perfumería.

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Una de las ideologías de Penot y Roschi al crear este espacio es ofrecer al cliente una visión más clara del producto y, por lo mismo, evitar que más personas sean víctimas de los múltiples trucos de mercadotecnia que estas industrias generan. De esta manera la apreciación del perfume y su esencia se vuelve el enfoque principal. Parece un concepto sencillo, pero es algo que se ha ido perdiendo durante muchos años y que es importantísimo rescatar.

Uno de los primeros recuerdos que Fabrice tiene sobre el poder de una fragancia se remonta a su niñez. Durante uno de los múltiples veranos que pasaba con su familia, Fabrice descansaba y pasaba mucho tiempo bajo la sombra de un árbol de higos frente a la casa de su abuela. El efecto de paz y tranquilidad que le provocaba el olor de estos frutos se ha quedado plasmado en el recuerdo de Penot. El segundo recuerdo fue a los catorce años, cuando tuvo uno de sus primeros contactos con la alta perfumería. Su madre le regaló una botella de Égoïste de Chanel, y durante varios años se volvió parte de su personalidad. El efecto que tenía sobre su seguridad personal durante aquellos años complicados de pubertad y transición fueron un claro ejemplo de la importancia que podían tener tan solo unas gotas de esta fragancia.

Con la rápida globalización, y habiendo abierto Le Labo en París, Tokio y Los Ángeles entre otras ciudades, Penot y Roschi quisieron añadir un elemento más de individualidad al concepto: tener un perfume exclusivo de cada ciudad donde se encuentra la marca. Esto es motivo de inspiración, ya que cada fragancia exclusiva se ha generado como una muestra de homenaje y agradecimiento a cada ciudad que les ha dado la bienvenida.

Y fue cuando tratamos el tema de inspiración que cuestioné a Fabrice sobre alguna personalidad —viva o muerta— que pudiera ser motivo de creación de una fragancia personal. Después de unos momentos de pensamiento profundo me contó que Albert Einstein sería el candidato ideal. Su definición de locura sin duda lo ha marcado, tanto en su vida personal como profesional: “The definition of insanity is doing something over and over again, expecting a diferente result”. Esto lo ayuda a romper con muchos patrones de conducta y del proceso creativo. El aroma, nos cuenta, sería algo sumamente puro, blanco, ligero; pero con un toque de almizcle o especias que represente la locura y le dé un giro inesperado. “Sería un reflejo de la pureza de su alma y de la locura de su estilo de pelo. Existía algo increíblemente angelical durante los últimos años de su vida”.

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En cuanto a preferencias, su consentido del momento es Santal 33, pero confiesa que a veces siente como si estuviera escogiendo entre todos sus hijos. Y es, sin duda, una encrucijada, pues la naturaleza de su pasión lo empuja siempre a estar en la búsqueda y la creación de fragancias nuevas y emocionantes.

Una de las razones por las que Le Labo se distingue de cualquier otra compañía de perfumes es el hecho de que todos los perfumes se crean en el momento. La botella lleva una etiqueta que se personaliza para cada cliente y el envase se puede rellenar una vez que se termine el perfume.

La visión de Le Labo está basada en el wabi-sabi, filosofía japonesa que celebra la impermanencia de las cosas y la belleza que existe en la imperfección. Un claro ejemplo fue Santal 33, que durante el proceso de creación tuvo más de 425 modificaciones. Cuando Penot y Roschi se dieron cuenta de que estaban perdiendo la esencia de la historia que buscaban contar con tantos cambios, regresaron a los elementos de su origen. Y es así como aceptaron que muchas veces la belleza no está directamente relacionada con la perfección. Hoy, gracias a la belleza de las imperfecciones, Rose 31, Santal 33, Oud 27 y todas las demás creaciones gozan de profundidad e intelectualismo en la fragancia.

Las botellas y etiquetas tienen también un tiempo de vida. Envejecen y es normal, es parte del proceso de la vida.

Y acercándome al final de esta deliciosa plática mi interés se enfocó en el consejo que se daría Fabrice Penot a sí mismo si pudiera regresar en el tiempo. Una pregunta complicada, ya que me confesó que nunca le ha gustado dar ni recibir consejos. Sin embargo, después de unos segundos y con cierta aprehensión de repetir algo que posiblemente se habrá dicho cientos de veces, me enfatizó la importancia de no diluir los sueños. No dejarse llevar por los comentarios de la gente que opina con certeza que no se cumplirán; y, sobre todo, tener extremo cuidado al escoger una relación laboral, va de la mano y con similar importancia que la decisión de escoger a una pareja de vida.

Y como no podía dejar pasar la oportunidad, concluí mi plática con Fabrice preguntándole sobre la posibilidad de llevar Le Labo a México. A lo que me respondió con seguridad que “La Ciudad de México y São Paulo son parte de este sueño, de esta aventura…Realmente creo que por algo fue nuestro encuentro”.

Así que si eres un apasionado de los detalles, el buen gusto y reconoces la importancia de usar un buen perfume, no dudes en probar Le Labo. Estoy seguro de que te volverás un aficionado más de esta historia.

Escrito por Miguel H. Sagaz