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Puro Gozo

En algún lugar del Mediterráneo, entre Italia y Túnez, descansa una isla tapizada de empedrados olvidados y buenas costumbres. No es el lugar más fértil ni accesible del mundo. Tampoco el más lujoso. Pero no necesita nada de eso para llamar la atención. Gozo, una de las islas que integran el archipiélago maltés, no cautiva a las visitas con manteles largos ni hoteles desbordados de estrellas. En lugar de eso, recurre a una colección de encantos más rudimentarios como molinos viejos, lanchas pesqueras y una que otra cabra. El resultado, redundancia aparte, es gozo. ¡Puro, tranquilo y auténtico Gozo!

A primera vista, esta isla es otra de las postales mediterráneas que prometen un verano más o menos eterno. Playas soleadas, marinas creídas y aguas cristalinas son la triada perfecta para un destino con pretensiones paradisiacas. Y Gozo, el rincón maltés orgulloso de su herencia rural, tiene un poco de eso. El problema, quizás, es que es muy poco. Considerando que la isla vive del turismo, Gozo presume una oferta costera pobre y una infraestructura hotelera apenas memorable. Si las armas seductoras de esta isla estuvieran limitadas a sus atractivos playeros, la batalla estaría prácticamente perdida. Pero Gozo, con un arsenal de secretos bien guardados, se rebela contra los prejuicios asociados a su ubicación mediterránea. Aquí, el anhelo marítimo es apenas el comienzo de la historia. Una larga historia protagonizada por cantos hipnóticos, castillos centenarios y cristales salados.

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Isla quieta

El archipiélago maltés tiene un solo aeropuerto. Tres islas, pero un solo aeropuerto. La pista de aterrizaje, como casi todo, descansa sobre la isla grande, esa que da nombre al país y donde vive cerca del 90% de su población. Para llegar a Gozo, la tierra olvidada del norte, el viaje en avión es apenas el comienzo de un trámite largo. Recorrer cielo, mar y tierra es el precio que se paga por visitar la isla maltesa menos maleada. El ferry que conecta a Malta con Gozo realiza el mismo recorrido cuando menos veinticinco veces por día. Y aunque el viaje toma apenas 20 minutos, la diferencia entre las islas es abismal. Malta, donde se encuentran las ciudades más densamente pobladas de Europa, está acostumbrada a los contrastes arquitectónicos, las calles atestadas y los bares pensados para exprimir a los turistas pálidos del norte. Gozo, una tierra de granjeros que se muere en domingo para más o menos resucitar en lunes, está acostumbrada a los molinos de viento y no conoce las prisas.

En las tierras gozitanas reina el silencio, el espíritu comunitario y los paisajes apenas entorpecidos por la presencia humana. No hace falta pasar mucho tiempo en la isla para dudar del calendario. Alejarse del puerto, la única conexión física de Gozo con el resto del mundo, es alejarse también del presente. Gracias a un parque automotriz oxidado, una colección de campos desolados y una que otra cabra perdida, las calles gozitanas son capaces de transportar a las personas a otra era. La naviera no lo anuncia en ningún lado, pero el recorrido en ferry significa el comienzo de un viaje al pasado. En este rincón del Mediterráneo, paisajes y tradiciones comparten un gusto conservador por el letargo. Acostumbrarse al ritmo, al principio, cuesta trabajo. Pero la ausencia de apuros es un antídoto que funciona, paradójicamente, bastante rápido. Con la ayuda involuntaria de ciudadelas abandonadas, paisajes sublimes y clubes vecinales de tejido que se apoderan de banquetas quietas, Gozo cautiva a los viajeros del futuro.

Industria salada

Es un tanto extraño que, hace cientos y cientos de años, alguien tuviera la idea de establecerse en el archipiélago maltés. Su ubicación estratégica en rutas comerciales y su clima templado son envidiables. Eso seguro. Pero cuando el agua dulce es prácticamente inexistente, lo demás es lo de menos. En las islas maltesas la devoción religiosa mueve montañas, pero hasta el día de hoy no ha producido ríos ni manantiales. Por eso la cocina es limitada y el país confía ciegamente en el turismo. Es una necesidad más que una elección. En ausencia de agua, la mayoría de las industrias se prueban fútiles. O en su defecto, saladas. Y eso último es bastante literal. En especial en Gozo, donde el cultivo artesanal de sal forma parte de la historia.

Josephine, como la isla donde creció, está enamorada de las tradiciones. Su trabajo está en la costa de Marsalforn, la aldea vacacional más famosa de Gozo, pero ella, a diferencia de otros locales, no sirve café en un bar ni atiende un hotelito prescindible. En lugar de eso, elige mantener viva una tradición que cansa más y paga menos. Leli Tal Melh es el nombre del negocio familiar, una productora artesanal de sal donde trabajan tres generaciones juntas. Manos con yagas e incertidumbre monetaria son algunas de las peripecias detrás del cultivo de sal, una actividad que requiere tanta paciencia como fuerza física.

En el pasado, la costa entera estuvo tapizada de salinas como las de Leli Tal Melh, pero la llegada del turismo convenció a los vecinos de probar otros caminos y cambiar la sal por cafeterías, renta de cuatrimotos y recorridos guiados. Hoy, de esto último hay demasiado. Y mientras que las salinas abandonadas se convierten en estatuas de sal, las pocas que quedan trabajadas ganan fama entre los viajeros como una especie de tesoro cultural. Estar salado en Gozo, después de todo, no es un infortunio.

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Lugar de caballeros

Los gozitanos, que son pocos, hablan de sus ciudades, que no son muchas, con cierto delirio de grandeza. Grandeza histórica, grandeza nostálgica y grandeza literal. En realidad, con una casa más o una casa menos, todas las aldeas en la isla son prácticamente iguales. Comparten una plaza central que sirve como punto de encuentro, una iglesia que no sabe estar sola y un par de bares que sirven todos lo mismo: pizza, queso de oveja y estofado de conejo. Lo de grande, casi siempre, sale sobrando. Y si hay un “casi” en juego es solo la capital gozitana. Aunque Victoria tampoco es una ciudad propiamente grande, es considerablemente más aparatosa que el resto. Y no se trata solo de una cuestión numérica. La ciudad más poblada de la isla, con apenas siete mil habitantes, es un tesoro histórico. La clase de joya que ha presenciado templos paganos, celdas inquisidoras y caballeros aniquilados.

Rabat, como se llamaba a la ciudad antes de que los británicos impusieran sus propios delirios de grandeza, tiene una ciudadela impecable. A juzgar por su pinta, la ciudad amurallada sugiere novedad. Pero eso es resultado exclusivo de un trabajo de restauración tan costoso como reciente. En realidad, la ciudadela tiene más años que nuestro calendario. Fenicios, romanos, aragoneses y caballeros de la Orden de Malta consolidaron la importancia de la cabeza insular. Con el paso del tiempo, la ciudadela amurallada se hizo de su propia catedral, gran renombre y vida nobiliaria. Y con el paso del tiempo, también, sucumbió ante ataques otomanos, colonización fallida y un dejo de abandono. Luego de años en ruinas, la ciudadela restaurada reabrió sus puertas en 2016. Al interior de las murallas, sin embargo, la vida es solo un recuerdo. Cuando cae la noche, las iglesias cierran sus puertas, los museos apagan sus luces y la ciudadela muere. Pronto, dicen, un hotel boutique y nuevos restaurantes devolverán a la ciudad vieja la gloria que arrastra como un fantasma. Mientras, la victoria se canta como en el resto de Gozo: con humildad y calma de sobra.

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Odisea playera

Gozo no tiene muchas playas. Y las que tiene, en su mayoría, son ridículamente pequeñas o incómodamente rocosas. Sin embargo, eso no significa que el mar está en contra de la isla. El Mediterráneo y Gozo se entienden bien, es solo que su relación es algo atípica. En lugar de enamorar a tierra firme con bahías interminables, el mar seduce a la isla con cuevas submarinas y accidentes geográficos sublimes. De hecho, el principal atractivo de Gozo no es su catedral ni sus monolitos prehistóricos, sino un arco de piedra que vive en la nostalgia.

La Ventana Azul, como se conocía a la formación rocosa más famosa del archipiélago, era producto de millones de años de erosión. La postal más emblemática de la isla desapareció producto de una tormenta. Por suerte, aunque la imagen solo vive en recuerdos, el lugar se acompaña con actividades menos contemplativas como buceo, paseos en bote y albercas naturales para nadar. Además, una colección de túneles acuáticos revela a buzos certificados escenas menos obvias. Ahora que la Ventana Azul es una suerte de leyenda, la alternativa para ver arcos caprichosos es sumergirse varios metros bajo el agua. O bien, si lo que se espera son bronceados y chapuzones, buscar otro de los rincones malteses donde la vida es más sabrosa.

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La bahía de Ramla, en la costa norte, es uno de los rincones más famosos de la isla. Para empezar, por el simple hecho de tratarse de una playa amplia. Para seguir, por el color de la arena que presume un naranja que no se ve en otros lugares del archipiélago. Pero sobre todas las cosas, por una leyenda. La popularidad de Ramla es culpa de una ninfa enamoradiza. Y no de cualquiera. De acuerdo con Homero, en la Odisea, los cantos de Calipso mantuvieron cautivo a Ulises. Y lo hicieron, ni más ni menos, que en una cueva que mira a la playa de arena naranja. Ahora, cientos de años después, la costa es testigo de otras formas de amor. A menudo, historias menos legendarias acompañadas de sombrillas de colores, bronceados perfectos y lanchas presumidas. Según la leyenda, después de siete años preso, Ulises consiguió su libertad. Pero no todos corrieron con la misma suerte. Aunque esa historia no se cuenta, en Gozo, al parecer, el tiempo sigue detenido.


CÓMO LLEGAR

El aeropuerto internacional de Luqa es el único en el archipiélago y se encuentra en la isla de Malta. Una veintena de aerolíneas europeas conecta al país con las principales ciudades del continente, incluidas Ámsterdam, Frankfurt, Londres, Madrid, Múnich, París y Roma.

Desde el aeropuerto hace falta tomar un camión o un taxi hasta Cirkewwa, el puerto maltés donde sale el ferry hacia Gozo. La compañía Gozo Channel opera el servicio de ferry entre las dos islas. El recorrido se ofrece para pasajeros y coches los 365 días del año.

http://www.gozochannel.com/en/home.htm

DÓNDE DORMIR

La oferta hotelera en Gozo no es muy amplia y el modelo tradicional de hospedaje no es la opción más popular. A lo largo de la isla se localizan las famosas farm houses, antiguas casas de campo que han sido renovadas como villas vacacionales de lujo. Baron Group es una de las compañías más conocidas en la isla y cuenta con un portafolio variado de casas en renta. Las amenidades difieren entre cada villa, pero en la mayoría de los casos incluyen alberca privada, cocina completa, jardín con terraza y servicios como wifi y aire acondicionado.

T. 356 201 05660

http://www.baronholidayhomes.com/

QUÉ COMER

1. Café Jubilee

Ravioles, pizzas, tartas y pasta afuera de las murallas de Victoria.

D. Plaza de la Independencia, Victoria.

T. 356 2155 8921

http://www.cafejubilee.com/

2. Maxokk

Panadería y pizzería tradicional. Solo para llevar.

D. Calle St James, Nadur.

T. 356 2155 0014

http://maxokkbakery.com/

3. Ta’ Rikardu

Restaurante tradicional dentro de la ciudadela.

D. Calle Fosos, Victoria.

T. 356 2155 5953

4. The Stonecrab

Pescado, queso local y ensaladas a orillas del mar.

D. Calle de la Marina, Xlendi

T. 356 2155 6400

http://thestonecrab.com/

MÁS INFORMACIÓN

La página oficial de la Oficina de Turismo de Malta contiene información sobre museos, transporte y atractivos en Gozo. Está disponible en español.

http://www.visitmalta.com/es