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San Diego a la redonda: contrastes del sur de California

La bahía de San Diego es, al mismo tiempo, puerta y confín del territorio estadounidense. Esta esquina es el punto de entrada a un rincón cálido y benevolente del “Estado Dorado”. Fue precisamente el resplandor de estas tierras el que atrajo a la gente durante centurias. Por eso, quien quiera conocer la verdadera California, debe ver más allá de hileras de palmeras, olas sedientas de surfistas y hippies de causas incombustibles. Para adentrarse en el corazón californiano, San Diego es un excelente punto de apoyo.

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Foto por: Marck Gutt

Cuanto más se acerca la tierra a la frontera mexicana, más se concentra su sabor. Esta condición hace del sur del estado de California una interesante realidad donde conviven las herencias nativa, latina y anglosajona. Más allá de donde llega el salitre y la pacífica humedad del puerto de San Diego, el ambiente cosmopolita y progresista que caracteriza los núcleos urbanos del estado se desdibuja al toparse con las elevaciones del terreno. Es ahí, de aquel lado de los montes de encino, donde se muestra sin miedo la esencia de la otra California, la del interior.

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Foto por: Marck Gutt

Pero no tema el viajero, el lado más agreste de la vieja California puede visitarse sin perder contacto con la urbanidad y comodidad asociadas al asfalto. La variedad de estos parajes posibilita al visitante conocer leones marinos que no saben de vergüenzas, minas venidas a menos y bosques con delirio mediterráneo en un radio de me- nos de 100 kilómetros, haciendo base en la ciudad de San Diego. Un motor y cuatro ruedas bastan para recorrer los encantos que se encuentran más allá de la bahía.

EL PUERTO

La primera ventaja para el visitante, no tanto para el vecino, es que cuando uno aterriza en San Diego, lo hace prácticamente en el centro. Como en otras tantas ciudades gringas de mediana hechura, San Diego ha dedicado las últimas décadas a revitalizar sus zonas céntricas. Los barrios del corazón de la ciudad reclaman atención, dando donde más nos duele: el estómago. Antes de empezar ruta, conviene calmar el buche. Para eso, un rosario de opciones donde desayunar, almorzar y cenar decoran el centro de San Diego desde Little Italy hasta Seaport Village.

El centro de esta ciudad portuaria no solamente está bien comunicado por aire: una de las razones de peso para hacer base en este punto es su buena comunicación carretera. Atravesando el meollo de la ciudad, toma forma el quinto de los freeways estadounidenses, siendo este el encargado de vertebrar de cabo a rabo la costa oeste del país. Pero no se puede emprender camino sin antes darse una probadita ecosistémica en Balboa Park. Más allá de animales descontextualizados y edificaciones novohispanas de ayer, esta área verde –que dobla en tamaño a Central Park– es hogar de una fascinante flora y fauna locales; excelente compañía para ir abriendo boca.

Sin tiempo de haber salido de la ciudad, a poco más de 5 kilómetros de Downtown San Diego, aparece la primera parada en el radar. Los remansos de la parte norte de la bahía son escenario perfecto para quitarse el gusanito de estar en California y practicar deporte en el mar. Si no alcanza para el velero, las marinas de Point Loma dan suficiente calma a las aguas de Pacífico para remar a bordo de una tabla o de un kayak, con perro incluido si fuera necesario.

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Foto por: Marck Gutt

JOYAS COSTERAS

Para quien quiera sentir el lado salvaje de California sin renunciar a la urbanidad de la ciudad, La Jolla puede tener el equilibrio ideal. A unos 20 kilómetros de San Diego, la costa se va olvidan- do de la urbe y las playas californianas muestran todo su poderío. La fauna del lugar se compone de un amplio abanico de mamíferos que va desde formidables leones marinos sobrados de carisma a surfistas de cuerpos de escándalo esculpidos por la arena y el sol. Forman también parte del ecosistema aves marinas como gaviotas, pelícanos o cormoranes, y otras de ostentosos plumajes que suelen acompañar con complementos de gran valor y coches eléctricos de alta gama.

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Foto por: Marck Gutt

No es tema de broma, sin embargo, alterar la paz de otros lugareños. Las focas moteadas, mucho más sensibles a la actividad humana que sus primos pinnípedos, ven en la excesiva curiosidad del visitante una seria perturbación de sus playas. Otro de los vecinos de La Jolla que también resiente el efecto bípedo es el tiburón leopardo; en esta ocasión tiene más de qué preocuparse el escualo que el humano. Durante los meses estivales en los que estos tibu- rones inofensivos se acercan a la costa para reproducirse es posible compartir el agua salada con ellos. A consecuencia del calentamiento global, las aguas de La Jolla Shores llegan a ser demasiado cálidas y estas criaturas optan por mantenerse mar adentro para desgracia de visitantes y locales.

Independientemente de si La Jolla es punto de partida, parada o destino, se trata de esos contados lugares donde la utopía californiana se siente casi real. Ya sea por la benevolencia de sus temperaturas, la claridad de su luz o por lo contento que se mantiene aquí el estómago, sin duda, la vida en La Jolla es más sabrosa.

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Foto por: Marck Gutt

TIERRA ADENTRO

A veces hace falta agarrar carretera y manta para dejar atrás el mundanal ruido. Detrás de las murallas de concreto que custodian la costa, en dirección al este, California se vuelve indómita. En el sur del estado, el paisaje se debate constantemente entre lo semidesértico y lo mediterráneo. En el camino a Julian, esta contienda ecosistémica ameniza el viaje junto con los casinos que aparecen casi accidentalmente como muestra de deudas históricas extrañamente cobradas.

A la altura de Alpine, allí donde los encinos ganan la batalla al matorral, existe un lugar don- de los sentimientos se encuentran y la estupidez humana se evidencia. Hace 20 años, Bobbi Brink fundó Lions, Tigers and Bears (lionstigersandbears.org), un refugio dedicado a dar una vida digna a grandes mamíferos sal- vados del horror humano. En el lugar conviven grizzlis, linces, leones, osos negros, tigres, gatos y alguna que otra gallina, en su mayoría rescatados de particulares, circos y zoológicos. No está demás hacer un alto en el camino para pensar, por un momento, qué hemos estado haciéndole a estos animales formidables.

A un par de valles de distancia montaña adentro, el tiempo se detuvo hace mucho. Edificios de madera a los que les quitaron el cartel de “Saloon” anteayer, concentraciones de moteros empedernidos y coches que fueron flamantes hace medio siglo forman parte del paisaje que atrae a miles de curiosos cada año. En Julian los placeres son tan sencillos como atemporales.

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Foto por: Marck Gutt

Generaciones de californianos y bajacalifornianos han conocido la nieve en sus inviernos. Hacia el final del estío, el reclamo de este pueblo vaquero son las manzanas que sus tierras producen por toneladas. Hoy, Julian vive de las glorias del pasado.

Minas de oro de finales del XIX y los pays de manzana de Mom’s son los mejores embajadores del lugar. Para ser honestos, si bien sacar oro ya es cosa anticuada, la cocina de esa madre –que a estas alturas ya es abuela– es tan legendaria como el pueblo.

BOSQUES LIMÍTROFES

Adentrarse hacia el interior desde San Diego significa subir. No obstante, se requiere poco más de 100 kilómetros para pasar del mar a las nubes o, en días claros, a las estrellas. A una hora y media de la bahía, reinan las coníferas. La montaña californiana se viste de alpina en Palomar Mountain State Park para ofrecer al visitante vistas de escándalo. Hacia abajo, cada curva de la carretera que serpentea en dirección a Palomar brinda postales montesas que terminan en el mar. Hacia arriba, los más de

1,800 metros de este promontorio sirven de atalaya para el Observatorio Palomar, un centro de astronomía situado donde no llega la luz del hombre.

Las bondades de este bosque no son solo nocturnas. La infraestructura del parque contempla multitud de caminos bien señalizados para perderse en la espesura de los encinos, robles y pinos centenarios. Existe la posibilidad de acampar para aquellos que quieran compartir cena y desayuno con venados, osos negros y un ejército de pájaros carpinteros que picotea cada centímetro cuadrado de corteza disponible.

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Foto por: Marck Gutt

Palomar Mountain forma parte de las últimas elevaciones que alcanzan a beber de la humedad del Pacífico. Más allá, el desierto le gana la batalla a los majestuosos especímenes vegetales que presume este parque estatal. Esta montaña representa, de igual modo, los confines a los que llegar haciendo base en San Diego. Aquí se materializa la posibilidad de disfrutar del salitre y las alturas en el mismo día. Probablemente, sea esta la esencia del sur de California.

Ya sea para la escapada de fin de semana o las vacaciones completas, las opciones abundan en la California austral. No importa si se busca mar, campo o montaña, ciudad, pueblo o bosque, seguro que queda cerca de San Diego. Esta ciudad, cómoda en tamaño y variada en oferta, reclama una segunda oportunidad en nuestros imaginarios. Más allá de zoológicos de dudosa labor, parques de prostitución de vida marina y centros comerciales fronterizos, la bahía de San Diego es una puerta abierta hacia el corazón californiano.

GUÍA DE SAN DIEGO

¿DÓNDE DORMIR?

Hotel Republic San Diego

Este hotel, parte de la colección Autograph de Marriott, ofrece instalaciones excelentemente renovadas en el corazón de la ciudad. Opción perfecta para conocer el epicentro de la bahía. Dispone de alquiler de scooters eléctricas, una opción inteligente para moverse por los alrededores.

hotelrepublicsd.com

La Valencia Hotel and Spa

Más de noventa años recibiendo a la crema y nata del turismo avalan a la “Pink Lady of La Jolla”. La arquitectura exquisita de inspiración mediterránea de este hotel, parte del portafolio Preferred Hotels and Resorts, es una alternativa inmejorable para conocer la joya de la costa californiana.

lavalencia.com

¿DÓNDE COMER?

Herb and Eatery

Buenísima opción para desayunar si estás en el centro de San Diego. No puedes dejar de probar sus bagels.

herbandeatery.com

Hundred Proof

Situado en University Heights, son expertos en hacerte sentir bien por beber a deshoras con cocteles que combinan perfectamente con sus desayunos.

hundredproofsd.com

Bobboi Natural Gelato

Es pecado estar en La Jolla y no comer un (doble cuando menos) gelato de Bobboi. Se notan a leguas el amor y el sabor casero.

bobboi.com

Madison

Este restaurante entra por los ojos y por la boca a partes iguales. Pero merece destacar que sus ñoquis de queso parmesano extasían todos los sentidos por igual.

madisonpark.com

Osteria Romantica

A este lugar van a cenar los italianos cuando están en La Jolla. Donde fueres, haz lo que vieres. La sopa de pimiento rostizado no tiene progenitora.

osteriaromantica.com

Sugar and Scribe Bakery

Esta panadería, de encantadora arquitectura y mejor sazón, hace empezar el día con una sonrisa en la cara y la panza contenta, gracias a un servicio cercano y a unos desayunos para chuparse los dedos.

sugarandscribe.com

¿QUÉ HACER?

Lions, Tigers and Bears

El lugar estremece y esperanza al mismo tiempo, pero sin duda mere- ce ser apoyado y, de manera comedida, visitado. No hay que olvidar que se trata de un refugio para ejemplares maltratados y el principal objetivo del lugar es tratarlos con dignidad y respetar su descanso.

lionstigersandbears.org

Paddle Board

www.sandiegosuprentals.com

Texto por: JORGE SANTOS DEL BARRIO
Jorge Santos es orgullosamente castellano, observador impaciente y consumidor empedernido de documentales. Desde la infancia, la naturaleza ha sido su verdadero y único amor. Biólogo frustrado, encontró en la comunicación todo lo que la ciencia no le dio. Es un firme defensor de que la sostenibilidad no es una utopía, sino la única opción.
Instagram: @jorgias_3

Fotos por: Marck Gutt