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Un viaje por la icónica Carretera Austral en Chile

Una senda salvaje, cuyos desvíos llevan a navegar por fiordos y lagos prístinos hacia los glaciares de los Campos de Hielo Norte y Sur, una de las reservas de agua dulce más importantes del planeta.

Es difícil cruzarse con gente cuando uno viaja por la Carretera Austral. A veces, también resulta excepcional toparse con animales. Que los hay, los hay, pero sucede que son huidizos, como el huemul, especie protegida del lugar, o el cóndor, ave insignia de estas latitudes.

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Foto: Guido Piotrkowski

Durante largos trayectos por infinitos caminos de ripio, a la vera de paisajes de ensueño, uno puede cruzarse con algún arriero en soledad, motociclistas o ciclistas errantes. La Carretera Austral es un imán para los andariegos y resulta especial para recorrer en moto o bicicleta.

La columna vertebral de la Patagonia chilena es un camino en relieve que serpentea entre bosques, ríos y cascadas; que se aproxima a la vera de lagos, al pie de montañas y glaciares; que atraviesa pintorescas localidades; una costa en la que se dibujan fiordos y ocasos memorables.

Es, al mismo tiempo, la principal vía de transporte terrestre de la región de Aysén, que abarca unos 1,200 km desde Puerto Montt hasta Villa O’Higgins, y limita con las provincias argentinas de Chubut, Río Negro y Santa Cruz. Tiene unos 100,000 habitantes repartidos en sus más de 100,000 kilómetros cuadrados. La capital, y su ciudad más poblada, es Coyhaique.

La región es ideal para el turismo de aventura y la pesca con mosca. Y la Carretera Austral es una ruta indómita que nos permite recorrerla de punta a punta, sin tregua para el aburrimiento. Una ruta escénica que es la excusa y esencia del viaje.

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Foto: Guido Piotrkowski

EL QUEULAT Y LA HERENCIA TEUTONA

Iniciamos la travesía por el tramo sur de la carretera, en la ciudad de Coyhaique, para viajar 225 kilómetros rumbo noroeste hacia Puyuhuapi. Este pequeño poblado de setecientos habitantes a orillas del canal Puyuhuapi, creció con la llegada de los colonos alemanes hace sesenta años, quienes dejaron su impronta en la arquitectura y la gastronomía, que ahora se fusiona con las costumbres locales de los chonos, habitantes primigenios de la región.

Es por eso que resulta un gran sitio para degustar platos de origen teutón con toques nativos y probar la exquisita cerveza artesanal que se macera por estos pagos. También hay que visitar la fábrica de tapetes artesanales Puyuhuapi, cuyo trabajo puntilloso tiene como resultado magníficas alfombras que se confeccionan solo por pedido.

Puyuhuapi es el eje para conocer el Parque Nacional Queulat, cuyo atractivo principal es el Ventisquero del Queulat, un glaciar que se descubre luego de atravesar un puente colgante y andar por un bosque de coihues, tepas, lumas y arrayanes. El Ventisquero es un manchón blanco de hielos eternos encajado en la hendidura de una montaña, que alimenta con una caída de agua hipnótica el lago Témpanos.

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Foto: Guido Piotrkowski

El Parque, además, tiene otros rincones preciosos como el Bosque Encantado. En Puyuhuapi hay una buena variedad de alojamientos y operadores que organizan excursiones al Parque y sus alrededores. Bicicletas, travesías en kayak y navegaciones por el fiordo, caminatas y pesca con mosca.

LA VILLA DE DON FELIDOR

Villa Cerro Castillo es un pueblito de casas pequeñas y pintadas perfectamente. Allí viven unas 400 personas que se dedican a la ganadería, pero antes eran más. Es que Coyhaique, la ciudad cabecera de la región, creció y atrajo pobladores de aquí y de allá como mano de obra.

No es este el caso de don Felidor Sandoval, irremediablemente campero, quien optó por quedarse en sus tierras. Gaucho fanático y campeón de rodeo, “Don Feli” es también un emprendedor: lleva diez temporadas con Las Araucarias, su campo, ahora orientado al turismo, donde recibe viajeros, los agasaja con un eximio cordero al asador, los lleva a cabalgar y a caminar por los alrededores. “Antes me dedicaba al campo, y de a poquito empezamos con las excursiones al cerro Castillo”, cuenta el hombre, mientras condimenta el cordero que en instantes irá a las brasas.

Gran jinete, tiene una veintena de caballos, bien mansos para que todos los puedan montar. Inmediatamente después del cordero, invita a una cabalgata corta, hasta la ribera del río Ibañez. Un paseo suave, que termina en un cerrito, un mirador natural de excelsa belleza.

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Foto: Guido Piotrkowski

CAMINAR SOBRE UN GLACIAR

Cochrane, a trescientos kilómetros de Coyhaique, es un pueblo pequeño y apacible. El tibio sol de la tarde y el cielo diáfano que nos cobijó durante el extenuante y precioso trayecto cedió paso, a una noche gélida y plagada de estrellas. La mañana siguiente nos encuentra camino al glaciar Calluqueo, ubicado a unos 50 kilómetros del pueblo.

Son las once de la mañana y hay un cielo diáfano. El glaciar se ve como una gigantesca lengua de hielo que serpentea ladera abajo del cerro San Lorenzo, que con sus 3,700 metros se erige como una de las más altas y codiciadas por los escaladores de la región.

Para llegar hay que atravesar la laguna Calluqueo, que se alimenta de las aguas del río del mismo nombre. Todos estos calluqueos le deben su nombre a don Calluqueo, quien habitara estas tierras hace unos 40 años. Los Calluqueo son una de las tantas familias mapuches que venían de la vecina isla de Chiloé.

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Foto: Guido Piotrkowski

Bajamos un sendero hacia la laguna, donde embarcamos para navegar de frente y rumbo al glaciar. No hay viento y el sol está que arde. Es un día espléndido para estas latitudes.

Una vez del otro lado, una caminata corta desde la costa nos se- para del sendero que nos llevará frente al glaciar. Desde aquí iniciamos un mini-trekking sencillo.

Poco después desandamos ca- mino, pero antes de encarar la vuelta completa, navegar la laguna y almorzar al otro lado, nos desviamos hacia una in- mensa cueva de hielo encastrada entre las rocas. Es hora del descanso y de un buen trago de agua pura, fresquísima, un chorro exquisito del deshielo.

VILLA O’HIGGINS Y EL LAGO GLACIAL

El último rincón de la Carretera Austral es un páramo de quinientos habitantes, y el paso obligado en la ruta de montañistas y aventureros rumbo a El Chaltén, hacia el mítico cerro Fitz Roy, meca de escaladores en la provincia de Santa Cruz, del lado argentino. Es un pueblo en pleno desarrollo turístico, que en verano colma su capacidad y tiene una amplia oferta de actividades al aire libre.

“Villa O’Higgins tiene todo lo que tú puedes buscar. Los campos de hielo, ríos puros, lagos, muy buena pesca, senderos, trekking, miradores maravillosos”, apunta Daniel Jiménez, guía de turismo y encargado del hotel Robinson Crusoe. Aunque el atractivo de la localidad es, sobre todo, el impresionante glaciar O’Higgins y hacia allá vamos, en otra gélida y brumosa mañana.

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Foto: Guido Piotrkowski

La excursión parte desde el puerto Bahamondes, a pocos kilómetros del pueblo, el final del camino, literalmente. Navegamos ahora por este espejo de agua inmenso, conocido también como el lago de los Glaciares, ya que ostenta la mayor cantidad de glaciares en suelo chileno. Ubicado a la altura del pueblo argentino de Los Antiguos, donde toma el nombre de lago San Martín, divide aguas: a la izquierda para Argentina, a la derecha para Chile.

Es, también, el único lago bizonal en Aysén y uno de los más hondos del mundo: tiene novecientos metros de profundidad. Además, está en un sitio estratégico: el Campo de Hielo Sur y el Campo de Hielo Norte representan la tercera reserva mundial de agua dulce del planeta, después de Groenlandia y la Antártida.

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Foto: Guido Piotrkowski

Un par de horas después de zarpar, llegamos a la primera parada, el paraje Candelario Mancilla, paso fronterizo hacia el Chaltén, donde descienden varios mochileros, muchos con sus bicicletas a cuestas. Deberán caminar o pedalear un buen trecho, unos 22 kilómetros hasta el lago del Desierto –limítrofe con Argentina– y finalmente 33 kilómetros más, en ómnibus, hasta el Chaltén.

Para quienes seguimos, la historia es otra. Pasado el mediodía, el barco se detendrá finalmente frente a la mole de hielo, el tremendo e imponen- te glaciar O’Higgins, con sus dos glaciares linderos: a un lado el Chico, cuya lengua se hunde en el agua, pero alguna vez estuvo pegadito al O’Higgins y, al otro lado, el Gaea.

Dos marineros se alejan en un zódiac en busca de hielo para el tradicional brindis glacial on the rocks. No corre una gota de viento, el cielo está despejadísimo y el sol se refleja intensamente en las torres de hielo que dibuja el glaciar, que impone silencio, respeto y admiración.

FACTS

  • Con 836 metros de profundidad, el lago O’Higgins es el más profundo del continente americano y el quinto del mundo.
  • La base del lago Carrera está repleta de pinturas rupestres que representan actividades tradicionales como la pesca y la caza.

HOTELES

Coyhaique

Hotel Dreams Patagonia Magallanes 131, Coyhaique, Aysén
+56 44 890 9220
hoteldreamspatagonia.redhotelera.cl

Villa O’Higgins

Hotel Robinson Crusoe O’Higgins, Región de Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo
+56 2 2334 1503
www.robinsoncrusoe.com

Cochrane

Hotel Último Paraíso Lago Brown 455, Cochrane
+56 67 252 2361
www.hotelultimoparaiso.cl

EXCURSIONES

Puyuhuapi

experienciaustral.com

Villa Cerro Castillo

www.turismolaaraucaria.cl

Glaciar Calluqueo

www.lordpatagonia.cl

Glaciar O’Higgins

www.robinsoncrusoe.com

Más información

www.recorreaysen.com

Texto y fotos por Guido Piotrkowski